Calíope observa cómo el agua aporrea el cristal de su ventana mientras el resplandor de los relámpagos iluminan el negro cielo de octubre y el ojo de tigre que sostiente en su mano. Semidesnuda, tumbada en la cama, tapada con su edredón, con el pelo revuelto y sintiendo arder su estómago de rabia. La rabia.
Al fin de cuentas, ¿qué es la rabia a nivel fisiológico? El sentir arder tu cuerpo, la dilatación pupilar, la liberación de hormonas que nos generan violaciones sinápticas de nuestro cerebro... esas descargas eléctricas que provocan el desear arrancar la faringe de cuajo a más de una persona, ver brotar la sangre roja sin udor alguno, sin avergonzarse de mostrarse al mundo. Sentir el calor del otro cuerpo en tus manos, observar cómo se escapa el último aliento de vida antes de que los ojos se vuelvan vidriosos y cristalinos.
Se imaginó que éso es lo que había sentido quien había cometido tan atroz ferocidad, provocando el despertar de su rabia. Había escapado con las manos manchadas de sangre de gente querida, pero no iba a poder huir con tanta facilidad. No.
Ahora Calíope quería sentir su sangre correr por sus brazos mientras anudaba su interior.
Un nuevo relámpago, un trueno. El ojo de tigre cae y rueda por el suelo. Se detiene, rueda un poco más... y muestra los secretos del mundo.
"Ahí estás", se dice a ella misma, regalándose una sonrisa.
La lluvia la va a empapar, pero no importa. Ni esa fría agua podrá calmar la rabia de su estómago, de su interior. Se adentra en la noche, colgando del cuello la piedra de la libertad.
Saturday, November 29, 2008
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