(Radiohead)
El humo subía formando espirales hacia el techo de la habitación y, misteriosamente, no se mezclaba con el aire del resto de la estancia. Desde la cama, tumbada, veía todo el proceso de formación y muerte de una espiral tras otra, y otra, y otra... es increíble como todo nace y muere, y renace, y vuelve a morir... ¡estamos todos abocados a ese fin? No importaba, la belleza del humo la embelesaba de tal manera que no le hubiera importado venderlo de verdad; si el humo se vendiera embotellado, ella tendría cientos de botellas llenas de esas espirales grisáceas que tanta belleza crean... que tanta muerte pueden causar... Se asemejaba a los castillos de naipes, ésos que vas montando poco a poco, creando algo hermoso... para luego acabar derrumbando, a veces con una bocanada de humo de un cigarro.
"Pero no puedo vender humo" pensó para sí misma mientras encendía de nuevo el cigarro mágico y le daba unas caladas; "Sólo puedo venderme a mí... sólo soy esto, lo que ves... no tengo ni un castillo de naipes donde reinar, sólo soy energía viva y muerta a la vez... sólo puedo vender lo que hay aquí".
- Y me gusta mirar lo que he comprado.
Sonreía. Oniros dando en el clavo, cabalgando más allá de los neurotransmisores, más rápido que las sinapsis eléctricas, descargas liberadoras de endorfinas... Oniros, dulce como la hidromiel de los dioses; amargo como las derrotas...
Espirales que se perdían en la infinidad de la nada, naciendo, creciendo, muriendo... el ciclo de la vida en algo tan inerte que no se puede tocar. Castillos de naipes derrumbándose y creciendo de nuevo sobre la nada. Castillos de naipes que me traen a la memoria el recuerdo de tu humo, de tu olor.
Wednesday, July 16, 2008
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