- No serás capaz de hacerlo.
- Siempre has dudado de mí, ¿verdad?
Calíope sonríe pícaramente, y lo mira a los ojos. Ve el reflejo de la duda, un poco de temor, recelo e inseguridad. Sabe que no cree en ella, tal y como los demás.
Rememora tiempos pasados mientras el viento acaricia suavemente su cara y la invita a dar un paso más.
A los trece años falló las pruebas de ballet para entrar en una prestigiosa escuela sólo porque su madre pensaba que la pieza elegida no era adecuada. Ella sabía que sí lo era... pero con esa carencia de fe no le servía de nada. A los quince, suspendió a drede un importante examen de matemáticas simplemente por el placer de decepcionar a su profesor. Algo parecido hizo a los cinco años, cuando fingió no poder aprender a leer sólo para observar la frustración de su tutora, que no creía que una niña de apenas cinco años recién cumplidos pudiera leer un libro decente.
Nunca nadie había creído en ella, excepto su padre. Él fue quien trató de hacer despertar ese monstruo que ahora mamaba de sus propios pechos, lamía las aurículas y ventrículos de su corazón, anhelando sus pulsaciones. Él le puso por primera vez la mano en un bisturí para hacerla sentir el cortar de la carne humana. Él tuvo fe en ella cuando decidió hacer medicina. Sólo él.
Y ahora se había ido; la única persona que creía en ella se había marchado para siempre. Ya nadie iba a creer en ella nunca más...
El viento agitó su cabello y nubló sus ojos. Muy abajo, el ruido del tráfico taponaba los oídos de los transeuntes, ajenos al manto que cubría sus mentes.
- No hagas locuras, Nessa.
Calíope lo vuelve a mirar, y sólo ve a un extraño. Traga saliva, nerviosa, y se pregunta qué quiere probar... no tiene nada que demostrar a alguien que no cree en ella, que no cree en sí mismo... y de pronto lo ve.
En el edifico de enfrente, sonriente, extendiendo los brazos hacia ella. Oniros ríe divertido ante el espectáculo, pero ella no es ninguna actuación circense de la que se puedan reír. Se levanta con decisión y comienza a caminar hacia él. Camina, camina sobre la nada, sobre el aire, sobre las moléculas de oxígeno, nitrógeno, dióxido de carbono... sobre las cabezas y las mentes de todos los habitantes de la ciudad. Sobre el hombre que ha dejado en la azotea tras de sí con la boca abierta, estupefacto. Con la tutora, el profesor de matemáticas, la profesora de baile, su madre...
Lo entiende. No necesita a nadie, a ningún ser vivo para hacer estos milagros. Sonríe. Sólo tiene que creer una persona en ella: ella misma en sí.
Comienza a correr sobre el aire, a saltar, a reír y brincar. Al otro lado la espera un abrazo cálido que la hará soñar hasta la salida del sol con granos de arena y cristal.
Ya nada es imposible. Ahora está despierta el todo. Ahora puede volar.
Saturday, February 21, 2009
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