Hoy rindo homenaje y mención a todos aquellos fabricantes de sueños que a lo largo de mi vida me han inspirado, moldeando mis ondas oníricas hasta convertirlas en lo que son y que, cambiantes y suntuosas, siguen evolucionando gracias a ellos.
Fabricantes de sueños a través de las palabras, de los papeles, a través de melodías que nos transportan a nuestro cielo particular.
El primer fabricante de sueños que me encandiló fue Ende, con apenas siete años; una vez hube leído su Historia Interminable, supe que la mía tampoco debía de acabar ahí... y decidí que quería ser escritora, quería fabricar historias que llevaran a niños despiertos a lugares más allá del Sol.
Tras Ende vino Tolkien, susurrándome historias de elfos, orcos, magos y hobbits; haciéndome soñar con las Tierras Imperecederas, aquellas que no cambian a pesar del paso de las lunas. Tolkien es uno de los autores que más ha significado para mí; no tanto por su obra, sino por el significado que en mí despierta y por el cariño que le profeso a la persona que, con 8 años, me lo descubrió.
Otros muchos fabricantes de sueños han atrapado mi mente desde entonces: Louise Cooper, Neil Gaiman, George R. R. Martin, J.K. Rowling... algunos cuentas sueños basados en la realidad, más fantásticos que la misma fición, como Hawking, Nietzche o Wei Hui.
Y siempre que acabo uno de sus libros, me digo que yo también quiero haceros soñar, como Oniros hace soñar a Calíope, como los caminantes del Valle de Naash.
Madre, de mayor quiero fabricar sueños para ayudar a que las fronteras de Fantasía crezcan; para entonar canciones en lenguas olvidadas, para forjar espadas en acero valyrio, para danzar con geishas, para ver qué hay más allá de la materia oscura, para acompañar a Morfeo hacia los parajes de magos y duendes...
Madre, quiero ser fabricante de sueños para que los niños nunca dejen de soñar con volar.
Thursday, January 15, 2009
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