Al mirar atrás sólo puedo sonreír por las cosas malas y las cosas buenas que me han pasado a lo largo de mi vida. Que no es muy larga, vale, pero es más larga que la de mucho de los que me leen por aquí.
Y no hablo para parlotear o jactarme de la sabiduría que te da la edad, pero sí es cierto que con el paso de los años las personas nos volvemos más frías, más críticas y distantes. También aprendemos a ocultarnos mejor. A fingir. A maquillarnos con los colores de la incertidumbre.
"Sabe más el Diablo por viejo que por diablo", decía el viejo refranero; y cuánta razón tenía. Nadie lo veía y nadie se lo creía, pero al final todos sabemos que es la verdad.
También aprendemos otras cosas con la edad. A querer a los demás y a querernos a nosotros mismos, dos cosas relacionadas y que realmente no sabemos hacer cuando somos adolescentes con hormonas en ebullición. Aprendemos a escuchar y a callar, a guardarnos nuestras opiniones aunque queramos gritarlas a pleno pulmón o creamos que vamos a dar un buen consejo. Aprendemos a hablar, aprendemos a mentir con mentiras piadosas para ocultar cosas importantes, porque las tonterías suenan ridículas cuando mientes sobre ellas.
Aprendemos a hacer creer a los demás que no entendemos determinadas cosas, a "caernos de un guindo" sin siquiera haberlo trepado. Aprendemos a valorar a los amigos de verdad, a ésos que están ahí aunque tú no se lo pidas; a los que te arrancan una sonrisa entre lágrimas. Aprendemos a utilizar la indiferencia, ése arma que siempre nos han dicho nuestros mayores que es poderosa y a la que nunca le hacemos caso.
Aprendemos a ver el año que se va sin rencor, sin penas ni glorias; a verlo con sus defectos y virtudes, a quedarnos con lo bueno de él. También aprendemos a mirar al próximo año con una sonrisa, como un lienzo en blanco que volver a pintar aunque forme parte de un mismo cuadro, el cuadro de nuestra vida; sin expectativas, sin deseos buenos o malos, simplemente un lienzo en blanco donde garabatear.
Aprendemos a que la puta se puede vestir de reina, y por ende, que una reina puede ser una gran puta... que el sabio puede ser sabio en lo suyo y estúpido en lo demás; que el malo a lo mejor no es tan malo... y sólo lo estás mirando por el lado opuesto del cristal.
Que no hay pedestales altos, sino grandes caídas.
Por cierto, hoy la Puta soy yo. Y hoy soy tu Reina en el castillo de Naipes.
Saturday, December 27, 2008
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